Friday, February 29

Marc Capaldi

Marc Capaldi, italo-americano, agente publicitario, 46 años, tres libros de poesía publicados. Quedamos en su casa del West Side. Cuando salimos, se metió uno de sus libros en el bolsillo. No sé por qué le da por cargar con sus poemas en sus incursiones por aquellos pozos de negrura y soledad, donde busca desesperadamente mitigar el dolor con unos cristalitos de cocaína y las migajas de afecto que caben en un estallido de semen comprado. Le atraen los tipos patibularios, cuanto más mejor, igual que los antros donde va a buscarlos. Habíamos estado hablando de poesía en su casa, antes de salir. En el cuarto o quinto bar, arremetió contra mí:

La canalla, me dijo, el culo del mundo. Sangre y mierda, detritos urbanos, los despojos de la humanidad. Ángeles sucios, no como los de tu Rilke, que ni tienen sexo ni saben de la vida.
Su rebeldía tenía algo de adolescente, y además estaba muy borracho, pero había estado mirando sus libros, y su poesía es así, manchada de sangre y mierda, hundida hasta el fondo en la desolación y la podredumbre. Sólo que al final, extrañamente, había una lucecita que permitía aferrarse a la esperanza.

Sí que tienen sexo, dije, pero no nos vamos a poner a discutir de poesía ahora.

¿Por qué, porque estamos rodeados de putas, delincuentes y maricones, yendo de bar en bar de mierda?

No, no es por eso.

Porque si es por eso, la mierda está para hurgar en ella. Por eso no me valen tus poetas. Ni siquiera Blake, por más que hable del infierno. Gente como Burroughs o Bukowski, todavía. Por lo menos, si se molestan en tener conversaciones con los ángeles es porque tienen intención de tirárselos y después limpiarse el culo con las plumas.

Vamos a dejarlo, Marc.

¿Y por qué? Es ahí donde está lo que buscas, y no en Rilke y todos esos poetas que te inflas a leer.

Nos acabamos de conocer, ¿cómo puedes saber qué es lo que busco?

Muy fácil. Buscas lo mismo que yo, sólo que no lo haces donde debes.

¿Y dónde se supone que tengo que buscar?

Ya te lo he dicho. En la inmundicia, manchándote el alma. Sólo así encontrarás lo que estás buscando. Sangre, mierda y semen, no lo olvides, como cuando te dan por culo, cosa que te pierdes por no ser maricón. Y un poco de coca. Follar y esnifar sin protección. Y si la palmas qué más da. Mejor. Te hacen ceniza, te meten en una urna y arreglado. ¿Qué es lo que busca la llamada gente de orden? ¿Hacerme creer que me voy a morir por echarme un polvo? Pues vale. Lo que cuenta es poder rozar la eternidad, aunque sólo sea un instante. Que nos quemen. A Dios le da exactamente igual.

El dueño del bar me llamó aparte y me dijo que tenía un minuto para sacar a Marc de allí, de lo contrario le encargaba el trabajo a los matones. Se llevó la mano a una medalla de oro que le colgaba del cuello. Aquí somos católicos, y no nos gusta esa gentuza. Y cuando se recupere de la cogorza dile a ese hijo de puta que no se le ocurra volver a asomar el hocico por aquí.
Marc fue a decir algo, pero le tapé la boca, lo arrastré a la calle como pude, lo metí en un taxi y desaparecimos.



de Llámame Brooklyn,
Eduardo Lago.
Premio Nadal 2006.

Saturday, February 16

Where I said 'say', I say Sayid

Hay veces en que sabes qué va a acontecer. Ésas son las mejores.

Me esfuerzo en intentar recordar, en intentar vislumbrar lo que un día llegó a suceder y me doy cuenta que quizás ni siquiera existió, que quizás todo sea parte de mi imaginación, de su imaginación, o que puede que tan sólo lo haya soñado.

Aún así, me permito pensar que no me lo invento, que sí tiene algo, que es una verdad, que no es ficticio, pero me devuelvo a la realidad diciéndome que no consigo percibir de cuándo, de dónde y de qué se trata o siquiera de si se trata de algo, de si es certero este pensamiento, de si es real.

Ojalá fuera un sueño porque no creo que pudiera seguir con este 'Déjà vécu' por más tiempo sin lograr adivinar en qué lugar, con quién y cuándo fue. Sólo espero que sí, que sea un sueño, como los de Emil Sinclair porque, de otra forma, no sé cómo podría explicarlo. Ni siquiera éstos, sus sueños, me dan una visión clara de la situación, no.

En alguna madrugada, que parece ya muy lejana, me susurraste al oído que la adoración al fuego no ha sido la mayor tontería que se ha inventado. No obstante y, aunque no eras tú quien hablabas, el otro lo hacía con tu voz y con tu ser, erais dos, erais uno sólo. Sólo tú y sólo tú. Me hablaste de esto, eso y aquello y me encandilé con tu manera de hablar y con esa amistad que me ofrecías.

Escuchando lo que me decías me quedé dormido y desperté sin pensar en mañana, tan sólo en seguir escuchándote. Pero, de pronto, tuve que admitir que no siempre ibas a acudir a caballo. Cerré los ojos otra vez y me callé. Apenas volví a hablar durante toda la mañana.

"Dos mundos se confundían allí: de dos polos opuestos surgían el día y la noche."
Un día dijiste Alea iacta est y yo ahora debo decirte hasta luego, Demian.



Pues eso, que donde dije 'digo', digo Diego.

Saturday, February 2

Sólo para locos.

Recorrí con toda la parsimonia que mi miedo me permetía aquellas calles lóbregas del centro de la ciudad. Mi silueta se dibujó con mi sombra al pasar bajo la única farola que quería encenderse aquella noche.

Paso a paso me iba alejando de la farola, sin dejar de contemplar aquella sombra que se proyectaba sobre el suelo y que esbozaba una figura mucho más decimonónica de lo que era habitual en mí.

Al salir de aquellas callejuelas tuve que girar sobre mis pasos al verme perdido en un mar de niebla y risas ajenas. ¿No era yo acaso aquel al que llamaban Harry Haller? Creí serlo cuando, tras otra vuelta sobre mí mismo, perdí la consciencia del lugar y del tiempo y allí, con mi eventual disfraz, sentí dentro de mí el aroma de un viejo lobo estepario incapaz de bailar Fox-Trot.

El miedo de perecer por el camino entre burlas y alcohol me obligó a apresurarme en mi regreso a casa tras aquel ligero y efímero bailoteo con el destino. La verdad es que, a día de hoy, no recuerdo todavía qué ocurrió aquella noche de carnaval en los lindes de Sant Jaume cuando me perdí y, sin rumbo, me condené a vagar por mares ingrávidos.

Supongo que todo aquello fue menos dramático de lo que parece, pero, al parecer, me descubrí en la cama, la mañana siguiente sin apenas un rasguño, con el traje doblado sobre la silla y la cabeza en calma. Luego, creí vislumbrar en el aire algo que me insinuó que mucho había olvidado y que más aún me convenía recordar.



Teatro mágico.
---Entrada no para cualquiera.
------No para cualquiera.

¡Sólo... para... lo... cos!