Wednesday, May 13

Estiu, tardor, hivern.

Aquel día, después del café de media tarde, me negué a escuchar las obviedades que me brindaban sus palabras y creí, empeciñado, que todavía no era demasiado tarde, que todo aquello ni se me escapaba de las manos ni lo había hecho nunca. Y, si no me atreví a decir que tampoco lo haría jamás, fue porque un poco de razón sí que conservaba.

Ni octubre ni noviembre fueron buenos meses. Pablo y Carmen hacía tiempo que se habían marchado y de ti apenas sabía nada desde mediados de septiembre. De aquel modo, fui pasando el otoño en un piso demasiado grande para un hombre y un gato. A pesar de mi orgullo, diciembre me obligó a renunciar y a olvidarme de mis palabras estivales.

Aquel enero, como casi todos los que nos habíamos negado a aceptar la realidad, acabé por marchar. Así, terminó cumpliéndose eso que Paz se atrevió a decir, que siempre ocurre que las cosas importantes pasan cuando hace mucho frío.