Sunday, May 25

04:05 am - 18º

Eso marca el termómetro de Camino de Son Rapinya s/n en sus inicios, entre Picasso y Ripoll i Trobat. Llueve, apenas se nota, pero no dejo que mis pies se mojen más. Sigo con mi paraguas - el de Koke -, aunque me guste decir que me gusta la lluvia, aunque me guste la lluvia. Y sigo porque estoy cansado, porque, ¡qué coño! son las cuatro de la mañana y estoy caminando hacia casa. Porque ya llevo un buen rato caminando y me importa poco lo que me espera.

Pero me giro para ver todos y cada uno de los -pocos- vehículos que pasan. Coches, motos, camiones de la basura, policía, taxis. Taxis. Y me digo que el siguiente que pase vacío le voy a gritar 'Taxi'. Porque esta lluvia me empieza a mosquear y uno está cansado, con sed y ganas de lavarse los dientes. Y toso, pensando que así me alivio la sed, porque tiene tela la sed que tengo y lo mucho y poco que llueve.

Me repito que debería de haber avisado de que no vendría a dormir, que hubiera sido mucho más fácil quedarme en tu casa o, por lo menos, mucho más práctico. Pero me conformo con mantener mi respuesta. Y con añadir que estaré bien, que no es para tanto y que no tengo miedo.

¡Ni que me fueran a atracar! Y lo cierto es que ni psiquiátrico, ni cementerio, ni los grandes y siniestros parques que marcan el camino de vuelta me asustan. Más lo hacen los coches que pasan junto a mí y me miran, con resignación, porque nadie quiere pararse en un paso de cebra a las cuatro de la mañana. Si es que paso por ahí. Porque cruzo por donde quiero y como quiero. A pesar de que sé que moriré atropellado un día de estos.

Llueve un poco más, agarro más fuerte el paraguas, pero el viento se ríe de mí. Se ríe y juega con mi paraguas - el de Koke -. Sigo andando y dejo atrás los hospitales y casas residenciales cuyos jardines he revisado uno a uno. Una verja abierta en mitad de la calle, la noche oscura y la lluvia. Me giro para encontrarme con mi sombra.

Me protegen del miedo la oscuridad, la mala iluminación de la ciudad y las aceras arboladas. Sólo el ruido de mis pasos me delata, y algún que otro crugir de caracol bajo mis zapatos. Pero nadie pasa por la calle a estas horas y los que pasan poco me van a decir. Les basta la cara de asombro.

Y me palpo. Todavía no me he quitado el traje de luto. Parece que empieza a parar de llover. Tiene narices la cosa que cuando llegue a casa pase esto. Pero ahora prefiero que siga lloviendo. A este ritmo mañana me quedo a estudiar y no salgo a la calle. Me voy a quitar los zapatos, que están mojados.

Sunday, May 18

Su diástole de vida y su sístole de muerte.

Y sus idas y venidas en un domingo a su más puro estilo de domingo. Encerrado, lluvia y oscuridad invernal. Con una liga que se muere sin que yo le haya prestado el más mínimo interés. De un partido en la otra sala. Y mi cabeza en la ventana. Ya no llueve - abro la ventana y saco la mano para comprobarlo -. Efectivamente, no llueve.

Y el sol que no quiere salir. Ni yo estudiar, ni tú dejar de ser así como sólo tú sabes ser. Como para que luego me vuelvas a pedir que no falte a clase y me digas que los lunes son lunes para algo, para dejar atrás el fin de semana.

Pero te conteste, una vez más, que esto es un domingo a su más puro estilo y que, por tanto, mañana será lunes, con o sin las clases. Mañana estudiaré. Pas aujourd'hui.

Aun con tu diástole de vida y tu sístole de muerte, bebo de ti. - y vivo y muero-.