Supongo que, en algún momento del camino entre Arbela e Ispahán, me perdí y creo que jamás volví a encontrarme.
Habiendo salido de la que podría ser la ciudad más antigua del mundo y, sin haber llegado aún donde la muerte, según Cocteau, iba a dar conmigo, decidí que, tarde o temprano, aquella situación debería terminar y que, para bien o para mal, prefería que fuera en Susa que en Ispahán.
Una vez más, mis pasos me alejaron del bazar, de los venenos de Bagoas y las continuas huidas de Darío por las ciudades de Media. En Susa, descubrí el significado de antigüedad y dejé de lado mis deseos de elusión. Tres lunas después, decidí que no debía demorarme más e ir al encuentro que Cocteau había preparado para mí en Ispahán.
Un tiempo después, moribundo tras cruzar los vastos terrenos de la Media, alcancé Ispahán, donde, entre sus jardines, di contigo. Tu sonrisa, impaciente, me indicó que no tenía nada que temer. Entonces, creí entender que toda aquella eternidad que envolvía a las tres ciudades no era más que un suspiro y yo, un leal siervo del tiempo.
Supongo que Cocteau estaría orgulloso. Yo, por lo menos, al mirarte a los ojos, supe que todo tenía sentido y que no me había equivocado. Que, si el palacio de Ctesifonte había cedido ante el polvo, la arena y el tiempo, también lo haría el puente de Ispahán y, por supuesto, yo no iba a ser una excepción.
Just some reasons...
Habiendo salido de la que podría ser la ciudad más antigua del mundo y, sin haber llegado aún donde la muerte, según Cocteau, iba a dar conmigo, decidí que, tarde o temprano, aquella situación debería terminar y que, para bien o para mal, prefería que fuera en Susa que en Ispahán.
Una vez más, mis pasos me alejaron del bazar, de los venenos de Bagoas y las continuas huidas de Darío por las ciudades de Media. En Susa, descubrí el significado de antigüedad y dejé de lado mis deseos de elusión. Tres lunas después, decidí que no debía demorarme más e ir al encuentro que Cocteau había preparado para mí en Ispahán.
Un tiempo después, moribundo tras cruzar los vastos terrenos de la Media, alcancé Ispahán, donde, entre sus jardines, di contigo. Tu sonrisa, impaciente, me indicó que no tenía nada que temer. Entonces, creí entender que toda aquella eternidad que envolvía a las tres ciudades no era más que un suspiro y yo, un leal siervo del tiempo.
Supongo que Cocteau estaría orgulloso. Yo, por lo menos, al mirarte a los ojos, supe que todo tenía sentido y que no me había equivocado. Que, si el palacio de Ctesifonte había cedido ante el polvo, la arena y el tiempo, también lo haría el puente de Ispahán y, por supuesto, yo no iba a ser una excepción.
Just some reasons...