Y todo lo que le siguió -y le hubo precedido-. Porque al llegar al propio punto de destino, al lugar preciso, al sitio en cuestión, todo el camino cobró su sentido. Si es que alguna vez lo había tenido.
En esa ciudad, aparcada, sin saber ni cómo ni cuándo, en la mitad del camino, nos deseamos suerte el uno al otro, como si creyéramos que nos volveríamos a ver, como si creyéramos que aquello era jugar a vivir.
Pero lo dijimos. Y, lo peor de todo, es que nos lo creímos. Para mis adentros me dije que esperaba no necesitarla, pero, lo cierto es que aquel juego era un tanto más peligroso de lo que yo pretendía hacer ver.
Ya sólo quedaba salir a medianoche -cualquier otra hora hubiera sido mucho menos literaria- y pararse en la carretera a hacer autostop -por no llamarlo hitchhiking-.
Aunque ya dejo dicho que yo no inmortalizo a autores, ni mucho menos a libros que todavía no he terminado.
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1 comment:
En tal caso no trataré de buscar paralelismos con Kerouac, ni con la Generación Nocilla, ni la Mitra en verso. Me limitaré a decir, como de costumbre, que me ha gustado el relato.
Un fuerte abrazo desde el Otro Lado.
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