Thursday, January 17

Convent de les Caputxines

Suspiré una vez más, sobrecogido con aquel silencio que inundaba la iglesia. Sí, un silencio sólo roto momentáneamente con el parsimonioso rezo del rosario de una monja ya demasiado vieja. Volví a suspirar antes de decirme que pocas veces me había sentido tan pequeño. Nada de lo que allí había me decía nada. Las paredes, infinitamente blancas, cual cal en los barrios pesqueros; el altar, desposeído de un gran Cristo, con apenas un cuadro que no llegaba a cubrir todo el muro. Tampoco la verja que separaba a las reclusas de mi libertad me decía gran cosa.

Sólo ese silencio habló. Y creedme que no dijo nada de Dios ni de asuntos celestiales. Caí rendido ante ese taladrar que llenaba mis oídos, ese agudo suspirar, ese eco lejano. Y luego me vi incapaz de moverme, apoderado del muerto sonido. Muerto fui yo y no me moví. Ni salí, ni me senté, ni, por supuesto, dije nada. Sólo me quedé observando hasta que la monja terminó con el rosario, se levantó y se fue, dejándome a mí para lidiar con el crujir de los bancos y la ruptura del silencio.

Y luego me marché, salí por donde había entrado y, con cuidado, cerré la puerta. Eso fue todo. Supongo que todo lo demás sobra.

(i jo que pensava que t'empraria a tu, bella estimada, com a llengua dels meus textos, m'equivocava, un cop més al pensar que jo, a diferència de tots els altres, podia vèncer al renou i instal·lar-me dins el suau remor del silenci)

1 comment:

Unknown said...

hay lugares donde el silencio reina y perturbarlo es ua tentacion latente.
cuando era chica y entraba con mi abuela en la iglesias saltaba de banco en banco y todos me miraban horrorizados de mi felicidad,lo juro.
hoy,mas grande pero igual de niña no entro seguido en las catedrales,pero estoy tentadisima de entrar y romper l silencio con mi voz....besos