La noche cierne la mañana entre avenidas desiertas y desiertos de coches, silencio de personas y autobuses que vuelan. Carreteras palpitantes y despertadores que despiertan. Siempre hay alguien en pie. La ciudad no descansa, no duerme, no muere. Pero la mañana tiene cara de noche y la noche muere día a día más temprano. ¡Es el invierno! Y, sin embargo, estamos en el mes azul. Es Noviembre, es noviembre.
Los castañeros se cambian de esquina y la humedad llega hasta cada uno de mis más íntimos huesos. Hace frío me digo mientras el sol que brilla se burla de mí, "tant pis!". Yo me enfundo en mi añorada chaqueta roja y procuro olvidarme del frío. Pero él sigue ahí, ya me ha ganado el terreno, ya está dentro de mí.
Va a costar mar y tierra sacarlo, pero lo intentas, aun sabiendo que no lo vas a lograr y que tendrás que esperar que la mañana nazca otra vez.
Llevas horas despierto cuando parece que la ciudad sale de su, ahora sí, silencio. Su frenética marcha se olvida de palpitantes carreteras, de desiertas avenidas y de desiertos de coches. Cláxones ahogan los últimos sueños de los escolares.
Los autobuses ni vuelan ni existen. Viajar en autobús es viajar al pasado.
En la ciudad del coche por habitante, el autobús murió en los noventa.
Y yo, sin embargo, cada día procuro estar a las siete y treinta y uno porque sé que a y treinta y cinco pasará mi bus que, si se digna a abrirme, me demostrará una vez más que hacer el camino inverso al recorrido de la línea no ha servido para nada porque, efectivamente, en la parada de casa parará, ahora sí ya más vacío de lo que solía a causa del absentismo estudiantil, generalizado a partir de octubre. Y ante esto exclamaré "¡lástima!", pero me recordaré que me encanta ver como la ciudad sale de entre las sábanas.
Aber die Marmalade ist gut.
Los castañeros se cambian de esquina y la humedad llega hasta cada uno de mis más íntimos huesos. Hace frío me digo mientras el sol que brilla se burla de mí, "tant pis!". Yo me enfundo en mi añorada chaqueta roja y procuro olvidarme del frío. Pero él sigue ahí, ya me ha ganado el terreno, ya está dentro de mí.
Va a costar mar y tierra sacarlo, pero lo intentas, aun sabiendo que no lo vas a lograr y que tendrás que esperar que la mañana nazca otra vez.
Llevas horas despierto cuando parece que la ciudad sale de su, ahora sí, silencio. Su frenética marcha se olvida de palpitantes carreteras, de desiertas avenidas y de desiertos de coches. Cláxones ahogan los últimos sueños de los escolares.
Los autobuses ni vuelan ni existen. Viajar en autobús es viajar al pasado.
En la ciudad del coche por habitante, el autobús murió en los noventa.
Y yo, sin embargo, cada día procuro estar a las siete y treinta y uno porque sé que a y treinta y cinco pasará mi bus que, si se digna a abrirme, me demostrará una vez más que hacer el camino inverso al recorrido de la línea no ha servido para nada porque, efectivamente, en la parada de casa parará, ahora sí ya más vacío de lo que solía a causa del absentismo estudiantil, generalizado a partir de octubre. Y ante esto exclamaré "¡lástima!", pero me recordaré que me encanta ver como la ciudad sale de entre las sábanas.
Aber die Marmalade ist gut.
1 comment:
palma creo que está aparcada en 1999, no en su forma porque evidentemente está en crecimiento y expansión(económica).
palma... creo que necesita más farolas que iluminen los cerebros de las gentes!
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